viernes, 4 de diciembre de 2015

SALVANDO NUESTRA FAMILIA

SALVANDO NUESTRA FAMILIA


Introducción: Nunca es demasiado tratar el tema de la familia, siendo que es la institución más importante que tiene la sociedad; donde nace, crece y se proyecta al individuo como persona. Es donde se forma el carácter de las personas, donde se construyen los valores, se adquieren los principios. (Hechos 16:31)
Debería ser el objeto de planes específicos y de muchos esfuerzos que tiendan a salvarle y a restaurarle. Al contrario de esto, la familia se está quedando sola con sus innumerables problemas y factores debilitantes, y los gobiernos de las naciones están siendo impotentes para preservarla. Es más, hoy se ven más leyes que favorecen la desintegración familiar; que leyes que la protejan y promuevan. La familia hoy está huérfana emocional y espiritualmente, victima como nunca de la más profunda indiferencia y hostilidad, de un egoísmo sin límites, donde cada uno de sus miembros busca satisfacer sus propias necesidades, alejándose así cada vez más del ideal de convivencia pacífica y armoniosa del amor puro y generoso que Dios proveyó a la familia, para que lo representara a El aquí en la tierra

1.            ¿Cuál es el problema de la humanidad?
El auge de los movimientos feministas radicales que promueven la “liberación” de la mujer no sólo de su condición histórica y cultural de inferioridad, violencia y abandono, sino también de su importante papel de apoyo espiritual, afectivo y emocional de la familia. La instauración de leyes que facilitan el divorcio como primer mecanismo de resolución de conflictos, la revolución sexual y su consecuente aumento de la promiscuidad, los nacimientos fuera del matrimonio de bebés no deseados, la pérdida del patrón de autoridad en la familia, la distorsión y desconocimiento de los roles definidos para cada uno de los miembros de la familia, el incremento alarmante de la industria del entretenimiento que influye en el aumento a su vez de la violencia, el alcoholismo,  la drogadicción, la infidelidad y el deterioro de la imagen familiar.  
Pero, el verdadero problema de la humanidad es uno solo: El hombre y por tanto, la familia se ha alejado de Dios, su autor y diseñador; ha dejado de soportarse en la roca sólida que es Cristo y ha dejado de estar adherido a la vid verdadera que le permite llevar fruto. Se ha alejado por tanto, de la bendición que Dios determinó para cada familia sobre la tierra (Juan 15:5, Mateo 7:24-25).

2.  ¿Cómo salvar una familia?
La familia le pertenece a Dios, pues Él la creó, le asignó su propósito y su meta y ha determinado su estructura interna. Es con permiso divino que un hombre y una mujer se unen para formar un hogar, cooperando con el propósito de Dios de bendecir la creación. Esto significa que la única manera de salvar una familia es logrando que ella vuelva al lugar a donde pertenece, al corazón de Dios. Esto implica lograr las siguientes tareas:
-Enraizar nuestra familia en Dios, así desarrollará el potencial moral y espiritual para contrarrestar cualquier influencia perniciosa y podrá soportar ataques, “sol que quema y seca” y “espinos que ahogan” (Mateo 13:5-7)

-Hacer de Jesús el centro de la familia, de tal modo que exista no para su propio beneficio sino para la gloria y el honor de Dios. Para la mayoría, el centro de la vida familiar es el hombre y luego tratan de incluir a Dios, como un aditivo, un aglutinante para dar cohesión a una vida familiar débil y superficial.
-Establecer la autoridad de Dios en la familia, restableciendo el orden y la armonía divinos, las relaciones y los roles obedeciendo
-Cultivar actitudes que favorecen la unidad familiar como
Ø  Humildad
Ø  La disposición para soportar las flaquezas de los débiles: Tolerancia, comprensión, paciencia, enseñanza constante y buen ejemplo
Ø  Un carácter afable, apacible, de entrañable misericordia, benigno, manso
Ø  Poder y fortaleza para evitar el enojo, el orgullo y las palabras  destructivas

3.  Afirmando nuestro hogar
   “Con sabiduría se edificará la casa, y con prudencia se afirmará” (Proverbios 24:3)
La palabra “edificar” viene del latín “Aedes”, que significa “fogón o chimenea”. Significa encender, avivar, fortalecer, animar, calentar, dar vida. Implica fortalecer permanentemente, con hechos y palabras, la relación familiar. Esto a su vez se logra comunicando aprecio y respeto por los demás, cultivando la paz y la armonía, transmitiendo ánimo y entusiasmo, fortaleciendo la valía de cada uno de los miembros de la familia. En pocas palabras, eligiendo en cada momento y circunstancia, construir y no destruir. Se trata de dar lo mejor de nosotros mismos, “viendo a Dios” en nuestro cónyuge y en nuestros hijos, y tratándoles como le trataríamos a Él.
Un esposo está llamado a ser sabio para edificar la vida de su esposa y a ser prudente para afirmarla. ¿Cómo lo hará? En primer lugar, amándola. Ella necesita sustento emocional y sentirse apoyada, amada y valorada siempre. En segundo lugar, velando y cuidando por ella y por sus hijos. Una mujer valora y aprecia enormemente el respaldo del varón en asumir la responsabilidad por su familia. En tercer lugar, siendo ejemplo para ella en todo, asumiendo su papel de cabeza, no olvidando que también es el responsable de la vida espiritual de su familia. Una esposa genuinamente bella es aquella que ha sido protegida y cultivada espiritual, emocional y físicamente.
Pero una mujer también está llamada por Dios a ser sabia, edificando y afirmando su relación conyugal. Ella lo puede hacer, respondiendo amorosamente al cariño de su esposo, admirándolo, respetándolo, confiando en sus decisiones, respaldándole incondicionalmente y teniendo mucho cuidado con el alcance y el efecto de sus palabras. También los padres e hijos se pueden edificar mutuamente: Hablando bien los unos de los otros, realizando actos de consideración y de servicio, mostrando agradecimiento y aprecio, y orando constantemente los unos por los otros.


Aplicación: 
Estamos llamados a recuperar nuestra sociedad del abandono y la zozobra en los que se encuentra, aportando nuestro compromiso constante y decidido por la recuperación de la familia. Nuestras generaciones por venir merecen heredar un mejor lugar para vivir y levantar sus propias familias. Convirtámonos en aquellos hombres y mujeres que realicen el mejor aporte por su país: Levantar una familia al estilo del reino de los cielos.


Recibe a Jesucristo en tu vida y en tu casa por medio de una oración:
Señor JESUCRISTO yo te necesito, reconozco que moriste por mis pecados, te abro la puerta de mi corazón y de mi hogar, te recibo como mi señor y salvador y pido que seas el rey de mi familia. Amen

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